martes, 15 de mayo de 2012

Aprovechando que es día del maestro


En mi familia, la docencia es una profesión muy importante y respetada. Mi abuelo Augusto Fujigaki Lechuga dedicó varios años de su vida a dar clases, así como mi tío José Luis Ceceña Gámez, quien apenas murió a principios de este año. Ellos dos son los más reconocidos, pero también mi madre, algunas de mis tías y mi esposa dedican sus días a una de las profesiones más nobles que existen, la educación de las nuevas generaciones.
     A veces me pregunto qué se necesita para ser un buen maestro. Desde mi perspectiva de alumno creo que el mejor maestro no es el que sabe más, sino el que es capaz de sembrar la semilla de la curiosidad en una persona. Un buen maestro es aquel que aprende tanto de sus alumnos como ellos de él; es quién no tiene miedo a equivocarse en un tema al dar una clase, porque sabe que sus alumnos lo corregirán, y si alguien se atreve a corregirlo es porque le ha generado la seguridad para hacerle ver a la figura de autoridad sus errores; hoy es el maestro, mañana será el jefe o el gobierno.
     Ahora, a mis casi 34 años, recuerdo sólo a un puñado de maestros de todos aquellos con los que alguna vez tomé clase. Y a la mayoría no los recuerdo por realmente ser genios en su materia, sino por lo que me dejaron para la vida. A cada uno de ellos les aprendí algo que me ha servido fuera del ámbito educativo, y eso es algo que nunca podré dejar de agradecer.
     En fin, feliz día a todos aquellos maestros que han tocado la vida de al menos uno de sus alumnos, y que saben que los recordarán después de varios años así como yo recuerdo a los míos.

Esta entrada está dedicada mis maestros del Buckingham, del CIE, y de la FAR; a quienes aun recuerdo con mucho cariño.

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