jueves, 5 de mayo de 2011

Un abrazo de diez pesos

Era una tarde soleada y con viento frío en San Cristobal de las Casas. Estaba en un pequeño restaurante con mi esposa, mi madre y mi hermana cuando un señor de alrededor de 70 años entró a pedir dinero. Mi primera reacción, como siempre, fue decirle "no, no traigo". Después de ver la edad del hombre me sentí un poco mal, la verdad México no es un país que dé oportunidades a los viejos (de hecho tampoco las da a los jóvenes, pero ese será tema de otra ocasión), así que decidí que en cuanto volviera a pasar junto a mi le daría dinero. Abrí mi cartera y saqué dos monedas de cinco pesos.
     Durante algunos minutos vi al señor caminar entre las mesas donde los conensales lo ignoraban o, como yo, le decían que no tenían dinero para darle. Después de recorrer el restaurante semi vacío, el hombre caminó hacia la entrada (que era donde nos encontrábamos comiendo) y lo llamé. Al acercarse le extendí la mano y le di los diez pesos que traía; los ojos del señor se llenaron de lágrimas, volteó a verme sonriendo y me abrazó.
     Mientras me abrazaba me dijo al oido "que dios te lo pague", sin saber que al momento de abrazarme con tanta alegría no necesitaba que dios me pagara nada porque él mismo me había pagado los diez pesos que le di y mucho más. Yo, como buen hombre educado en una sociedad machista, hice todo por no llorar; contuve mis lágrimas mientras sentía un nudo en la garganta. Mi familia, que sabía que estaba a nada de ponerme a llorar, hábilmente cambió el tema y alguien de ellas comentó algo así como "está buena la comida"; cosa que sirvió para contenerme un poco más.
     ¿Qué puedo decir después de esta muestra de agradecimiento tan inesperada? Esos diez pesos que para mi significaban tan poco cuando los tenía, al cambiar de manos pareciera que adquirieran un valor completamente distinto y en verdad así fue. Después de eso estuve pensando acerca de mis prioridades; y creo que al pasar los años he olvidado una parte muy importante de mi. Me pregunto ¿Qué es de aquel joven de 16 años que escribió una canción llamada "Muera el racismo" y otra que hablaba del movimiento Zapatista de 1994? Quedó sepultado durante algún tiempo bajo la mercadotecnia y la banalidad de la sociedad que vivimos.
     Es imporatante cuestionar nuestras vidas de vez en cuando. Sin saberlo ni quererlo, este hombre me dio un gran empujón hacia algo que yo debía hacer desde hace tiempo. Ahora soy consciente de que no puedo cambiar al mundo, pero hoy, más que nunca, me queda claro que el mundo no puede cambiar quien soy. Y entenderlo, sólo me costó diez pesos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.