jueves, 21 de julio de 2011

Si algo está bien, ¿para qué lo arreglas?

Nadie me dejará mentir; cuando las cosas están bien no es necesario arreglarlas, ¿para qué lavas un vaso limpio? o ¿para qué resanas una pared que no está dañada? Así hay muchos ejemplos, pero al final el estado real de las cosas o las personas es totalmente subjetivo.
     Por dar un ejemplo, tengo un conocido que manda los carros a servicio recién salidos de la agencia; esto para mi es muy extraño, ya que dentro de mi concepción del mundo, un carro recién comprado no tiene problemas; sin embargo resulta que sí puede tenerlos, por lo que es importante enviarlo a servicio. En este ejemplo, desde mi punto de vista el carro "está bien" entonces no lo arreglo; pero desde el punto de vista de la otra persona, el carro "está mal" entonces lo arregla.
     ¿Qué sucede cuando no son cosas de lo que estamos hablando, sino personas o relaciones enteras? Este es un tema un poco difícil de tratar, así que intentaré hacerlo con ejemplos comunes. Vamos a suponer que tenemos un matrimonio cualquiera (si se asemeja al de alguien en específico, es mera coincidencia), y en este matrimonio el hombre fue educado de una manera tradicional en la cual la mujer debe quedarse en casa a cuidar niños; mientras que por el otro lado tenemos a una mujer que fue educada para trabajar y contribuir al gasto del hogar. Para el hombre está mal que la mujer salga de su casa a trabajar, mientras que para la mujer está mal quedarse en casa; ninguno de los dos tiene por qué cambiar lo que piensa porque, aunque sean ideas contrarias, para cada uno de ellos "está bien". El primer paso para resolver este tipo de situaciones es darnos cuenta que algo está mal.
     Una vez que nos damos cuenta que algo está mal en nosotros, resolverlo es sencillo. No hay pasos establecidos, ya que cada problema dentro de cada persona es diferente. Lo realmente difícil es darse cuenta y aceptar que las cosas no están bien. Las personas que creen que hacen todo bien, por lo general hacen todo mal y no tienen manera de mejorarlo.
     Al final, aceptar que estamos mal no es una afrenta a nuestro orgullo, es una oportunidad de poder hacer las cosas bien. Y, como dicen por ahí, las oportunidades en la vida son pocas y si no las aprovechamos, se van.

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