lunes, 19 de septiembre de 2011

A 26 años del terremoto

Para todos aquellos que nacieron después de 1985, el terremoto que devastó la Ciudad de México es sólo una hisotoria que contaban los adultos. Para mi que tenía entonces siete años, es una vaga memoria de la peor catástrofe natural que he sido testigo.
     Era la mañana del 19 de septiembre de 1985, y mis recuerdos son muy vagos. Estaba medio dormido cuando comenzó el terremoto, y la primera imagen que se me viene a la mente es mi papá saliendo de la regadera en bata e intentando cargarme, mientras que mi mamá levantaba a mi hermana que entonces tenía menos de tres años.
     Las noticias se concentraban en relatar minuto a minuto lo que había sucedido, mientras que donde yo estaba, mi familia trataba de contactar por teléfono a los demás familiares que aún no aparecían.
     Miles de vidas se perdieron en minutos, mientras que otro tanto se perdió después de horas o incluso días por no haber podido ser rescatadas.
     La solidaridad que mostró nuestro país en esa catástrofe es admirable, durante varios días el individualismo del ser humano se perdió y toda la gente donaba dinero, víveres y ayuda para los damnificados. Los vecinos que nunca antes habían hablado, estaban buscando sobrevivientes y cooperando para salvar a todas las personas que quedaron atrapadas.
     Este es el vago recuerdo que tengo de aquel día; y escribo esto en memoria de todos aquellos que perdieron la vida hace 26 años. Nunca los conocí, pero realmente me dolió su muerte.

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